viernes, 11 de noviembre de 2016

Manuel Bolom Pale ganó el premio Nezahualcóyotl



La poesía no debe entenderse como un ejercicio individual. Es, siempre, una actividad colectiva, afirmó el escritor tzotzil Manuel Bolom Pale (Jocosic, Huixtán, Chiapas, 1979), ganador del Premio Nezahualcóyotl de Poesía Oral de Literatura en Lenguas Mexicanas 2016.
Antes de recibir ese galardón, el pasado martes en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, el también sicólogo, traductor e investigador indígena conversó con La Jornada acerca de la importancia de que el gobierno y el resto de la sociedad volteen hacia los pueblos originarios y reconozcan sus aportaciones a la cultura nacional.
Dijo que según el más reciente censo de población, en México habitan 25 millones de indígenas, lo cual los hace un núcleo importante en el país. Sin embargo, consideró que hasta la fecha existe un divorcio entre las políticas públicas y la realidad y las verdaderas necesidades de esas culturas.
Una cosa es cómo nos miran, nos nombran las instituciones y nos ponen en las estadísticas y otra es cómo nos miramos nosotros como pueblos originarios. Creo que, en la medida en que esto se vuelve un espacio de reflexión y un objeto de estudio, las lenguas originarias, por ejemplo, tendrán otras perspectivas.
Indicó que si en realidad se desea un cambio, es necesario que los pueblos indígenas participen y que una de las principales tareas consiste en ayudar a ver a las nuevas generaciones que hay otras formas de construir conocimiento desde nuestras culturas.
Al respecto, asumió como esencial el papel de la educación en el sentido de que los pueblos originarios deben contar con escuelas en las que sus lenguas tengan un papel protagónico, pues entre las nuevas generaciones de esas comunidades hay un interés real por ahondar en su cultura, tradiciones y sabiduría.
La idea es generar un movimiento en los campos educativos; es algo por lo que pugnamos. Si esto no se logra, no tendrán sentido todos los esfuerzos que se hagan.
Del caso particular de Chiapas, Bolom Pale dijo que en la actualidad existe una fortaleza de lo autóctono y los indígenas y que sólo hace falta trabajar con las instituciones, entre ellas las universidades, para crecer juntos y no para que se nos diga qué tenemos qué hacer y se nos quiera imponer.
Refirió que ese cambio en la entidad responde a lo ocurrido en 1974, con el primer Congreso Indígena, y sobre todo con el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en 1994.
“Sin el 94 no se hubiera dado esta forma de pensar; nuestras lenguas y tradiciones, incluso nuestros jóvenes, no tendrían presencia en las universidades. Antes se creía que la escuela era para dejar de ser uno, que cambiaba el pensamiento. Ahora vemos que la escuela da otro nivel de conocimiento.

Este movimiento (el zapatista) generó otras miradas, abrió campos distintos, y ahora hay médicos, ingenieros, antropólogos, abogados y se ha diversificado la tarea de conjuntarnos.
De acuerdo con el poeta, la literatura ha desempeñado también un papel crucial en esa transformación, debido a que tiene la fuerza de nombrar la realidad y recuperar la palabra florida, además de que es otra forma de mantener vivos y vigentes sus rezos, narraciones y vivencias.
Manuel Bolom Pale se hizo acreedor al Premio Nezahualcóyotl (y a un estímulo de 150 mil pesos, un diploma y la publicación de su texto) por la obra Sk’inal xikitin: K’opojel yu’ un nupunel (Fiesta de la chicharra: un discurso ceremonial para matrimonio), escrita en lengua tzotzil.
El jurado lo eligió por “dar continuidad y vivacidad al verso tradicional maya tzotzil, así como por reunir y desencadenar una trama de la vida ceremonial en la que además de la palabra  y las imágenes retóricas, encuentran sentido la música, el atuendo, la bebida, la comida, el pox, los testigos, los padrinos y la comunidad en su conjunto”.
Al respecto, el autor explicó que ese poema es en realidad una recreación del ritual que se practica en su comunidad cuando un hombre pide en matrimonio a una mujer, el cual consiste en asistir a la casa de la familia de la pretendida y apostarse ante la puerta de rodillas, en ocasiones durante varias horas, para argumentar con palabras bellas los motivos que lo harían un buen marido.
Es una experiencia que ya viví; para poder casarme con mi ahora mujer, Adriana del Carmen López Santis, quien es tzeltal y también poeta. Sin embargo, no todas las personas tienen el don de hablar con palabras hermosas; entonces se pide a alguien que sí sabe hacerlo que lo acompañe para que se encargue de esa parte. Mi padre, por cierto, es uno de los que sí saben, dijo.
Lo triste es que no se nos reconoce como un pueblo de oradores. Se nos menosprecia, se ve a las nuestras como palabras menores. Ignoran que este es un espacio sagrado, que implica saber escucharse y callar, deploró.
Las de los pueblos originarios son palabras que nacen y llegan al corazón y que cultivamos de manera cuidadosa y amorosa. Por eso no son de uno, sino de todos, consideró Manuel Bolom Pale.
La poesía es la espiritualidad, las emociones más fuertes, las brasas que están vivas en la comunidad. Es un ejercicio íntimo, en el sentido de que resume lo que uno siente, uno vive, lo que uno anhela, pero también es una expresión colectiva, porque habla de lo que se escucha, lo que se dice, todo lo que ocurre en un entorno.

Periódico La Jornada
Jueves 10 de noviembre de 2016, p. 6